martes, 31 de mayo de 2011

Chapaymanta II

Y se les dio, nomás.
El pobre don Ernesto –boletero/acomodador/unipersonal de limpieza/sereno- se llevó el susto de su vida. Allí, en el escenario: “él”. Alto, morrudo, ademanes algo aspaventosos para su figura, bigote fino y vestimenta del siglo XIX declamaba vaya a saber qué parlamento. Don Ernesto no sabe mucho de teatro pero leyó alguna que otra obra de Alejando Casona, así que condimentó el chisme con este pequeño detalle.
No quedó cristiano en el pueblo sin entrar al teatro para chusmear, para ver si al menos podía verlo de pasadita. Todos querían saber quién había sido en vida, algunos llevaron cámaras y se apostaron durante las noches. Al no obtener los resultados esperados pidieron ayuda a la asociación de médiums, que, loca de contenta, practicó un ritual el viernes trece y en honor a don Ernesto por ser su “descubridor”, a Alejando Casona porque sí y a “Prohibido suicidarse en primavera” –obra que supuestamente estaba actuando la noche de su aparición- y también por falta de muerto célebre lo “bautizaron” Fernando.
Pero no todo sale como uno piensa. Fernando se hizo presente, sí, varias veces durante los ensayos, criticando sin asco y objetando hasta al director. Y no fue lo peor: en cada función, las carcajadas en medio de una escena trágica, las silbatinas, las prendas que de pronto carecían de botones y había que coserlas así nomás, las sogas que se soltaban y dejaban caer los decorados, los gritos con calificativos poco glamorosos para cualquiera que pisara el escenario y etcéteras varios hicieron que el sindicato de los tramoyistas, el de los actores, el de las costureras y demás decretaran: se suspenderán las funciones hasta tanto el fantasma Fernando no desaloje el teatro.
En eso están, pero la cosa parece difícil.

1 comentario:

  1. Piden lo que no hay, y cuando lo tienen ya no lo quieren. Dignos hijos del hombre...

    Muy bien por Fernando, ya quisiera yo un fantasma de ese tipo.

    Saludos

    J.

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Pegame y decime Marta